18.3.13

Tuluá está construyendo su “calle del cartucho”


Redacción Tuluá
El Periódico

El hombre sin nombre, mira sin interés cómo su compañero deja caer una botella vacía  de “chirrinchi. Hace una mueca con su cara mugrienta y da la impresión de que estuviera burlándose. A unos tres metros, aparecen más caras mugrientas, duras, descompuestas, que no se burlan y miran sin interés, pero tranquilos y seguros en este pedazo de vía que transitan como Pedro por su casa. 
Van a comercializar en  la chatarrería unos kilos de papel, un pedazo de hierro, o cualquier objeto que para ellos puede representar la plata del diario. 
A este panorama se suman alrededor de 14 puestos armados rústicamente y con su madera semi acabada al lado derecho de la vía en donde venden sanitarios de segunda y tercera, ollas a presión sin tapa o completa, como la quiera el cliente así como no menos de cien artículos diferentes, pero todos pertenecientes a una tercera generación que han sido recompuestos para venderlos a bajo precio. 
Al otro extremo hay seis o siete vendedores de toda clase de cachivaches y ropa desteñida por el uso y el pasar de los tiempos, pero aquí no es difícil comprar una muda completa y hasta con par de tenis incluida por nueve o diez mil pesos. 
El temor de los transeúntes y de los comerciantes de la zona empieza a florecer y llaman la atención, porque algunas personas ya han manifestado que no  pasan por ese sitio por físico miedo.  Advierten que este puede ser el inicio de lo que, guardando las proporciones, en Bogotá se llamó “la calle del cartucho”, una vía que tras la consolidación del contrabando y el desempleo urbano, fueron concentrando grupos de vendedores estacionarios y muchos jóvenes en búsqueda de su subsistencia. 
La pobreza produjo que esta población fuera aumentando. Para finales de los sesenta y principios de los setenta, Santa Inés ya empezaba a ser un lugar estigmatizado por el consumo y expendio de drogas. De una extraña manera este lugar se había convertido en el eje de dicha actividad en la ciudad.
Precisamente esto es lo muchos esperan que no ocurra en Tuluá, en la Calle 27ª entre carreras 20 y 21, una  pequeña calle que  de la Terminal de Transporte lo lleva a una de las puertas del Pabellón de Carnes y que hace menos de un mes y medio fue escenario del crimen de uno de los habituales habitantes de esta calle.